domingo, 29 de enero de 2012
NOTICIAS SOBRE RAFAEL TUPAYACHI
Entre toda esa información que compartimos en esta conversación, me trae una grata noticia: Vió dos cuadros al óleo ejecutados por mi padre el artista Julio G. Gutiérrez Loayza, y que están dedicados a su viejo camarada de lucha el héroe y mártir del magisterio peruano Don Rafael Tupayachi Ferro. Los lienzos se hallan en casa de un caballero que fuera hijo político del gran Rafael, su nombre es: Hugo Salazar Silva, quien guarda una serie de reliquias de propiedad de Tupayachi, que deben ser cuadros, cartas, libros, fotos o cuadros de sus contemporáneos, amigos y admiradores: Camilo Blas, Buitrago, Malanca y quizás del mismo Sabogal que fue su amigo quien le encargó hacer un álbum con reproducciones de diseños de los tiestos cerámicos incaicos, tarea que Tupayachi emprendió con sus alumnos. El director de la primaria de Ciencias de entonces, un señor Fernandez Baca, tambien se aficionó al tema. con el tiempo este señor y un grupo de profesores, denunciaron a Tupayachi y propiciaron su viacrucis, encarcelamiento, tortura y muerte. El álbum de Tupayachi, desapareció, (sería formidable que esté en manos del Sr. Salazar Silva) pero, despues de varias décadas de la muerte del maestro, su enemigo Fernandez Baca sacó dos elegantes publicaciones en las que apenas nombra a Tupayachi. Mi tesis es que tal publicación del Sr. Fernandez Baca no es otra que el álbum perdido de Tupayachi. Para despejar esa incógnita buscaremos al Sr. Salazar, por intermedio de José Huamán.
Nuestra conversación que había dado un giro sobre la vida de este ilustre maestro hizo que le plantease ir a ver la tumba de este personaje en el cementerio de la Almudena. Lugar al que fuimos y visitamos, viendo, además, otras notables tumbas de cusqueños como: Martín Chambi y sus hijas Julia y Celia; Uriel García, Humberto Vidal, Mariano Fuentes Lira, Miguel Valencia Cazorla, Delia Blanco, el mausoleo de Clorinda Matto, etc. En nuestra mente circula la idea de realizar un programa televisivo sobre el cusqueñismo y dar a conocer allí todas estas reliquias y la vida paradigmática de los grandes valores del Cusco (JAGS)
lunes, 30 de agosto de 2010
LA TUMBA DE RAFAEL TUPAYACHI FERRO
Nuestra amiga la escritora Karina Pacheco Medrano presentó hace poco su bella novela "La Sangre, el polvo, la nieve" en la que relata la historia de una familia cusqueña que estuvo relacionada con ese gran maestro, artista y revolucionario llamado Rafael Tupayachi Ferro. Muchos aspectos de la vida insigne de Tupayachi se muestran a lo largo de la novela, la entrega de éste a su arte a su ideología y su pasión por la enseñanza; también están las traiciones, por parte del propio director del colegio escolar al que sirvió, quien redactó un documento acusatorio que desencadenó la persecución, detención, encarcelamiento y tortura de que fuera objeto este apóstol y mártir de la educación. Muchos años después, quizá creyendo ser amparado por el olvido, aquel director publicó una serie de álbumes con cientos de réplicas de la iconografía de la cerámica inca. Es presumible que gran parte de esa colección haya sido saqueada del álbum que creara y trabajara Tupayachi, pues ese álbum original se halla perdido. Así se habría consumado, no sólo la delación cobarde y el crimen contra el gran maestro, sino, también, le habrían robado su máxima obra de investigación histórica y arte plástico.
De muy niño, mi padre, -gran amigo y camarada de Tupayachi-, en una de las tantas visitas al cementerio en que solíamos poner flores a nuestros deudos muertos, me mostró la tumba del maestro Tupayachi, hecho que se me grabó en la mente pues la lápida ostentaba, claramente, la hoz y el martillo, el símbolo del comunismo. Mi padre me habló de él, de su obra y su vía crucis.
Muchos años después traté de buscarla pero no la hallaba, y ya no tenía a mi padre para que me la mostrase nuevamente.
El pasado sábado 28 de agosto, luego de poner unas flores a la tumba de mi madre, recorrimos varios pabellones, con mi hermana Tania y Anita, mi esposa. Yo me adelanté a buscar por donde sabía que estaba la tumba de Don Rafael y tuve la fortuna de encontrarla; solitaria, ya sin el vidrio que protegía la lápida, estaba casi totalmente olvidada, con su lápida de mármol blanco. En la parte superior está grabado el nombre en letras negras sobre una cinta de pergamino que termina en una guirnalda y una palma. Sobre un fondo oscuro está esculpido un libro abierto, sobre cuyas páginas, arriba están una sigla "I. T. E. E" que no llego a descifrar, quizá sea la sigla de alguna institución de educadores, y la sigla de su partido: "P. C. P" (Partido Comunista Peruano). Poco más abajo, en la parte izquierda, se observa una mano sobre el yunque del trabajo, llevando una lumbre: la luz del conocimiento y de la ciencia que brilla en una halo dorado; en la parte derecha destacan la hoz y el martillo con la inscripción, "Recuerdo de su esposa" y, debajo, una cruz y la inscripción "JULIO 28 - 1933"; termina con las iniciales: "N P" (nicho perpetuo).
Setenta siete años después del fallecimiento la tumba está allí, conteniendo los restos mortales de aquel profeta andino y apóstol de la nueva sociedad. Ya nadie guarda la memoria de sus torturadores y judas que lo vendieron, mientras él renace y se encumbra como uno de los hombres más grandes y sublimes que esta tierra cusqueña haya dado: El maestro Rafael E. Tupayachi Ferro.
La tumba se encuentra en la parte alta del pabellón San Agustín y lleva el número E-2, para su identificación acompaño esta foto.
Cusco 30 de agosto.
JAGS
sábado, 6 de marzo de 2010
Rafael Tupayachi Ferro, Primer mártir del magisterio cusqueño
Escribe: Julio Antonio Gutiérrez Samanez
(Del libro inédito: Luchadores, héroes y mártires del Cusco Rojo)
“Caes muerto, caes como caen los apóstoles, materialmente empobrecido, porque, jamás buscaste la vulgar prebenda, pero sí caes con la fulguración espiritual que ausculta las almas que tras de ti han de generar un plinto reivindicador. Caes muerto; y ya fuiste tal… como son todos los preceptores que alejados del patrimonio estatal, vivimos con la sola visión de un pueblo sano, de una juventud inquieta y bien modelada gracias a la contextura moral de símbolos como tú”. Con estas palabras el 29 de julio de 1933, el profesor Mario Pérez y el pueblo, despidieron al primer héroe del magisterio cusqueño, el profesor, normalista y luchador social Rafael E. Tupayachi Ferro.
El profesor Rafael Tupayachi, nació en el Cusco, en los últimos años del siglo XIX. Fue hijo de una familia humilde, su padre era artesano talabartero. Un hermano suyo fue a vivir a los Estados Unidos y ayudaba con su trabajo al sostenimiento de la familia, pero, desgraciadamente, falleció en ese país; desde entonces la carga familiar recayó sobre Rafael.
Tupayachi, realizó estudios secundarios en el Colegio Nacional de Ciencias y estudios superiores en la Escuela Normal de Lima, recibiéndose de Preceptor Normalista el 22 de diciembre de 1915. Al año siguiente (1916), vuelto a su tierra natal, comenzó su labor en la enseñanza primaria, primero en provincias y luego en la ciudad, donde se vinculó con los círculos intelectuales.
En 1923 Tupayachi Ferro, con el Seudónimo de Ramón Lugo, publicó un artículo titulado “Tierra de Emigración” en la revista ANDINA, que fue reeditado en la revista KOSKO Nº 65 de julio de 1934. En este trabajo, Tupayachi, defendiendo al gran periodista puneño Federico More, hilvanó frases premonitorias que, muy bien, con el correr de los años, serían la defensa de su propia vida noblemente entregada al martirio.
“Frases de amarga ironía –dice Tupayachi- síntesis de una protesta lapidaria, ésta, salida como lava de volcán, de los labios de aquel Federico More, a quién la plebe intelectual, y los intoxicados de patriotería hidrofóbica y llorona, lo llamaron por todo insulto: loco.
Sí, locos fueron y son inadaptados en un medio de prostitución moral y política, los que dan bofetadas y mandobles en el rostro de una sociedad farisaica; locos los que no llevan cataratas en los ojos del espíritu para avizorar el futuro; locos en fin, los enamorados del ideal, los soñadores.
En verdad, ¿Quién que tiene alas en el espíritu sin salpicaduras de lodo, que chapotea la piara de los satisfechos y conformistas, no ha sentido el impulso de remontar el vuelo lejos de este país, pudridero moral donde las almas más grandes se ahogan? ¿Ligado a qué sentimiento patrio puede sentirse uno en un conglomerado amorfo de individualidades, que más parece una fábrica de logreros? Porque no hay patria, no puede haber donde no hay sincronismo de espíritus y corazones, simultaneidad en la aspiración a la grandeza, ensueños comunes en la persecución de un ideal; y donde sólo los siervos que soportan el yugo de la boyuna mansedumbre, y amos, llámense éstos burgueses adinerados o políticos de levita que llevan “Seda en la solapa y andrajos en el alma”.
En este caos de los intereses opuestos y las ambiciones bajas de medro personal, todo hombre animado de un noble espíritu de reformas se siente solo y extraño; y si alza su voz condenadora, cien crispadas manos se levantan para estrangular su garganta o arrojarlo tras de las rejas de un cárcel, como a un vulgar ratero. Entonces, no le queda otro camino, o rumiar su ira santa en la impotencia de no poder modular una palabra o echar las espaldas a la patria y con ella a tanta podredumbre a tanto Panza o Calibán, en la vorágine de los apetitos insatisfechos”.
Así predicó sus altos valores morales este profeta y mártir cusqueño de la educación peruana.
En 1924, fue uno de los propulsores de la Universidad Popular del Cusco, compartiendo sus conocimientos con el naciente proletariado cusqueño, dictando el curso de Higiene.
En esta Universidad Popular, enseñaron hombres esclarecidos como Luis E. Valcárcel, Federico Ponce de León, Félix Cosio Medina, Rafael Aguilar y el sabio Dr. Antonio Lorena, entre otros.
Como sabemos, el clero y el gobierno tiránico de Leguía, clausuraron esta noble iniciativa que posteriormente fue continuada precisamente enarbolando el nombre de este ilustre maestro después de su fallecimiento. Hoy día es tarea de las nuevas generaciones el retomarla.
En 1926, según rezan los documentos conservados en el archivo de mi padre, Tupayachi pidió licencia por 30 días por encontrarse mal de salud, ello es una prueba de la endeble contextura física de este paradigmático maestro peruano, en contraste con su magnífica contextura moral, como lo afirmaron sus camaradas de lucha. “… No conociste de la curvatura estupidizante; la erecta columna de tu conformación humana fue espectro para los que te temieron, y fue y será ejemplo de selectitud y acción para los que te supimos comprender” dijo el profesor Mario Pérez en la oración fúnebre antes aludida.
“Rafael Tupayachi –escribió el periodista Pancho Fierro o Julio G. Gutiérrez- (fue) la más limpia figura de maestro revolucionario del Cusco. Su vida, para los trabajadores de la enseñanza, para sus discípulos y compañeros y para el pueblo peruano, es un símbolo de pureza y de honradez por la más justa causa de la humanidad laboriosa y su ejemplo una bandera de combate, para las generaciones de luchadores que marchan tras él” (periódico “JORNADA” Nº 22- del 28 de julio de 1940).
Por su parte Román Saavedra escribió: “Rafael Tupayachi hijo del pueblo, fue un maestro en la palabra y en la acción y un perenne ejemplo para todos los trabajadores de la inteligencia” (Jornada Nº 22).
Uno de sus alumnos que guardaba con mucho cariño los recuerdos del maestro fue el Dr. Carlos Kalafatovich, quien nos refirió algunos aspectos del estilo pedagógico del maestro, tales como: la observación del aseo personal, la limpieza de las uñas, los uniformes, etc. y el despertar de una temprana pasión por los grandes ideales al enseñar la vida de los grandes hombres como Bolívar y San Martín. El Dr. Kalfatovich recordaba una frase de su maestro expresada en uno de sus acostumbrados paseos por el campo, para recolectar plantas, animales, minerales y tiestos incaicos: “cada piedra, cada planta o animal que observamos en el campo nos dice algo al espíritu, sólo nos hace falta estudiar para descifrarlo”. Esta sola frase habría despertado en el niño la pasión científica que más tarde se manifestó en este gran geólogo cusqueño.
Educador ejemplar, atento a los ideales de su tiempo, supo recoger y poner en práctica la iniciativa del afamado pintor y maestro del indigenismo pictórico peruano José Sabogal, quién, durante su estadía en nuestra ciudad luego de volver de Europa, pasando por Argentina y Bolivia en el año de 1918, revaloró el arte popular cusqueño, el arte cerámico y textil pre-colombino. Tupayachi desde entonces, comenzó la tarea de recolectar tiestos cerámicos incaicos y a copiar los diseños con la ayuda de los estudiantes; esta brillante iniciativa fue acogida por sus colegas. En 1927, Tupayachi era director de la sección Primaria del Colegio de Ciencias.
Los trabajos realizados por Rafael Tupayachi, Jenaro Fernández Baca y Juan José Delgado, con la ayuda de los estudiantes del Colegio de Ciencias, fueron expuestos al público en 1927, alcanzando gran éxito.
Luis E. Valcárcel escribió un artículo titulado: “Una exposición de Arte Incaico” publicado en la revista “Excélsior” y en el diario “El Comercio” del primero de enero de 1928, en él, Valcárcel dice lo que sigue:… “Baca y Tupayachi realizan un doble servicio a la arqueología, documentándola con un verdadero inventario de los motivos ornamentales de la cerámica incaica y a la educación nacionalista, despertando en la infancia el amor por los símbolos de nuestros arte propio”. “La habilidad del escolar en esta tarea se ha revelado extraordinaria. Muchachos de 8 y 10 años han dominado el color y la línea, demostrando una vez más las cualidades estéticas superlativas de nuestra raza. Impresión profunda causó en cuantos contemplaron estos trabajos la posibilidad de atar el cabo roto de nuestra historia artística; el espíritu indio animábase misteriosamente en cada obra como intentando una superación, un desmentido rotundo a cuantos niéganle vida y gratitud…”
En diciembre de 1928, volvió a presentarse la exposición más enriquecida y desarrollada en el Colegio de Ciencias. El periodista y crítico de arte Julio G. Gutiérrez, saludó la iniciativa en el periódico “El Diario” con el epígrafe de:
“La III exposición de arte decorativo incaico en el Colegio de Ciencias”. Haciendo referencia al iniciador de esa gran labor desde 1926, el maestro de vocación Rafael Tupayachi, dice el crítico de arte: “Bastará anotar que tal manifestación artística marca con índice de seguridad incontrastable, el comienzo, la iniciación de la gran escuela pictórica cusqueña del porvenir, que dará la clave que hoy afanosamente se busca con positivos resultados en México: la creación de una plástica íntegra, profundamente americana, búsqueda que va creando paralelamente las bases de una nueva Estética que normará la plástica india o neo-india, que renace pujante de entre las ruinas de nuestras culturas terrígenas, comprobando el mito helénico del Fénix”. (“El Diario” 24 de diciembre de 1928). (Dos artículos sobre el tema fueron reproducidos en la obra “Sesenta Años de Arte en el Qosqo” de Julio G. Gutiérrez L. Cusco 1994, Pág. 55 -59)
Con mucha posterioridad, ya en el año de 1971, el profesor Jenaro Fernández Baca, llegó a publicar el primer tomo de un hermosísimo álbum a todo color titulado: “Motivos de Ornamentación de la Cerámica Inca-Cusco” en cuya presentación el autor hace una ligera alusión al iniciador de esa tarea el finado maestro don Rafael Tupayachi. El álbum contiene en sus 268 páginas, 735 diseños geométricos.
El segundo tomo de la obra con motivos fitomórficos, zoomórficos y antropomórficos fue editado en diciembre de 1989.
Da que pensar que en estas obras apenas haya una ligera alusión al propulsor de esta iniciativa el profesor Rafael Tupayachi, también sorprende que el álbum pintado y coleccionado por este maestro, haya desaparecido. Todavía en vida de Tupayachi trataron de regatearle el mérito de haber impulsado esta iniciativa. Mi padre, amigo y camarada del maestro, escribe, en un artículo titulado “La Obra Artística de Rafael Tupayachi” en la Revista Kosko N. 66 de julio de 1934, lo siguiente:
“…El año de 1927, Tupayachi, entonces Director de la primaria en el Colegio de Ciencias, con admirable intuición inicia en las clases de dibujo de esa sección, la recolección, captación y catalogación de la enorme variedad de motivos ornamentales contenidos en los restos y fragmentos de alfarería incaica esparcidos en los campos aledaños a la ciudad. Fue una idea brillante. A poco de comenzar el trabajo el entusiasmo prendió como lema entre los discípulos del maestro. Alumnos y profesores se echaron a la búsqueda acuciosa de tiestos, por campos y sembríos. Algunos meses de trabajo dio por resultado una ingente cantidad de motivos captados y reconstruidos por la labor colectiva de los niños impulsados por una sana emulación.
La exposición de final de curso de aquel año, resultó una magnífica demostración de las enormes posibilidades plásticas del arte indio y de cómo la energía y el talento pedagógico de un verdadero maestro como Tupayachi podía fructificar bellamente en la mentalidad abierta de sus discípulos. I fui yo quien, ante poco menos que la indiferencia del ambiente, aplaudí con todo mi fervor, por cuanto al arte se refiere, la estupenda iniciación. Después otros colegas poco leales de Rafael, han pretendido opacar el mérito indiscutible y la paternidad de la iniciativa, explotando incluso, con fines bajamente mercantiles la misma obra a la que él infundiera su aliento creador y puro. No quiero recordar ahora, cierta mezquina campaña que alrededor de esta cuestión se suscitó entonces, de la que el mismo Rafael, sonriera despectivo con esa estoica serenidad que mostraba aún en las horas más amargas de la persecución.
La parte más notable de esta obra artística –obra de maestro, de suscitador de inquietudes en el sentido socrático, no obra personal, egoísta al fin- está en el valioso ÁLBUM de motivos ornamentales de la cerámica inca, conteniendo varios centenares de temas diferentes, geométricos, zoomórficos, fitomórficos y antropomórficos, que Tupayachi formó con paciente esfuerzo de verdadero artista, guiado por su fino y agudo temperamento plástico que en alto grado poseía este admirable espíritu.
Si fuera dable pedir un homenaje de parte del Estado, para su víctima, sería pedirle que edite el ÁLBUM DE TUPAYACHI que como preciado tesoro guarda la viuda del maestro”.
Este artículo se halla íntegramente reproducido en la obra aludida “Sesenta Años de Arte en el Qosqo” de Julio G. Gutiérrez L.
El profesor Tupayachi integró, el grupo “Resurgimiento” que lideraba en 1926 el Dr. Luis E. Valcárcel; también formó parte de la Sociedad “Capa y Espada”, pintoresca agrupación de intelectuales entre los que destacaba Luis Velasco Aragón.
En junio de 1928, según comenta el autor de “Así Nació el Cusco Rojo”, en el seno del grupo Ande, se organizó la primera Célula Aprista del Cusco, cuando todavía se trataba de un gran frente popular y no de un partido caudillista y vende patria. En ese grupo encontramos al profesor Tupayachi entre los militantes que rompieron con la organización aprista y formaron en mayo de 1929 la primera Célula Comunista del Perú, firmando con su sangre la legendaria Acta de Fundación.
Rafael Tupayachi fue presentado al Grupo Ande en la sesión del 3 de diciembre de 1928, de acuerdo con el facsimilar de las actas del grupo publicado en “La Vertiente Cusqueña del Comunismo Peruano” (1990), por el Dr. Carlos F. Cuadros.
En febrero de 1929, Tupayachi fue promovido a la Jefatura de la Sección Primaria del Colegio de Ciencias, y en 1930, participó en las famosas jornadas que pusieron en jaque a la dictadura de Leguía, formando parte de un municipio elegido por el Movimiento Revolucionario del Sur, liderado por el jefe de los montoneros y terratenientes: don David Samanez Ocampo. En este municipio designado para dar una apariencia democrática a la Revolución y que no llegó a funcionar, se encontraban: Agustín Rivero, Secretario General de la Federación Obrera Departamental, el pintor Mariano Fuentes Lira y el maestro Rafael Tupayachi Ferro, entre otros. (Así nació el Cusco…”. pág. 162).
En el año de 1933, víctima del revanchismo y de la persecución política que desataron el gobierno de Sánchez Cerro y el civilismo, Rafael Tupayachi, fue separado de su cargo, perseguido y apresado, por sus ideas políticas de vanguardia, por su militancia partidaria y su resuelta participación en las luchas populares, que se oponían organizadamente a la aventura guerrerista en la que el dictador del turno embarcaba a la nación.
Tupayachi fue llevado preso a Lima; en la intendencia de esa capital fue sometido a crueles torturas, permaneció sin alimentos en un calabozo húmedo donde adquirió una enfermedad incurable.
En el artículo de homenaje titulado “Un combatiente, un hombre”, firmado con el seudónimo de Pablo Sondor, el militante comunista y poeta Luis Nieto Miranda, columnista de “Jornada” escribió: “quisieron entrar al saqueo en lo que él más amaba de sí mismo: sus convicciones, su filiación humana. Lo sitiaron por hambre, lo persiguieron con furia satánica, lo encarcelaron. Pero la prisión, para individuos de la envergadura moral de Rafael, era una escuela de heroísmo y martirio. De allí salen los luchadores más puros y más fuertes, más llenos de grandeza y coraje”.
Rafael Tupayachi Ferro, mártir de las luchas populares y del magisterio, fue puesto en libertad sólo para venir a morir en su tierra natal. Este triste suceso, acaeció el 28 de julio de 1933, por ironía, el mismo día de
El sepelio fue motivo de una gran manifestación popular en la que tomaron la palabra más de trece oradores, entre intelectuales, maestros y líderes obreros, como informa un aviso publicado en el diario “El Sol” del 2 de agosto de 1933.
Grandes figuras de la inteligencia cusqueña le rindieron homenaje, en una Corona fúnebre publicada en la revista “Mala Pata” en la primera quincena de agosto de 1933, la que transcribimos íntegramente.
RAFAEL TUPAYACHI
A manera de una corona fúnebre, aquí dejan que el dolor serpentee, en son de protesta, muy pocos, de los que han conocido a Tupayachi. A Rafael, que no se dejó morir en la pasividad del que sólo tiene ideas para guardarlas en la sesera y que cometió el delito de poner en acción sus ideas para ser asesinado por la incomprensión.
“Mala Pata”
Rafael Tupayachi, fue un incomprendido. Pocos conocimos la riqueza de su espíritu en el Falansterio.
Rafael Tupayachi, fue víctima del medio, por eso exclamaba hace tiempo “Tierra de emigración”. No pudo escapar al engranaje anulador del medio.
Murió, por su ideal, sin quejas, porque “era la estatua del dolor”.
Murió para avergonzar a los cobardes y simuladores, dejando un ejemplo con su vida.
Humberto Pacheco.
La muerte de Rafael Tupayachi enluta el magisterio nacional del presente y del porvenir. No fue UNA ENFERMEDAD la que lo victimó a este Apóstol de
Baltasar Jara Eguileta.
Rafael Tupayachi fue uno de los más apasionados y puros ejemplares de una generación de hombres “con una posición y una fe”.
Su sacrificio, que lo realizó con máxima valentía y con la conciencia de su responsabilidad, es unido a los que más recientemente han hecho en forma igual, miles de jóvenes que inmolaron su vida en aras de la renovación de sistemas, lo que honra a su generación y dignifica esta época.
José Luis Rodríguez.
El Maestro Rafael Tupayachi ha cruzado por la vida, arpegiando en el corazón de la nueva juventud, con su potente vuelo, la canción de su ideal.
Segundo Jara Eguileta.
Vida provecta. Un jalón sangrante. Astro que se esfuma en la noche asesina de la vida. Índice que señala los crímenes de los tiranos.
Enrique Díaz Laguado.
Rafael Tupayachi, fue una puerta de luz, para el estudiante que sediento de conocimientos nuevos, bajo las aulas formaba su espíritu dentro del molde de las enseñanzas del buen maestro.
La muerte o última rebeldía de este modelador de conciencias jóvenes, es el máximo ejemplo de idealismo y fortaleza espiritual.
Cristóbal Latorre.
Rafael Tupayachi, fue un espíritu incomprendido; hoy se le recuerda con el cariño del camarada noble y sincero.
Antonio Alfaro.
Hombres, que son hombres, hoy lloran ante la tumba del Maestro Rafael Tupayachi.
Baltazar Zegarra.
Tupayachi: un maestro del nervio y de la acción. Alma peruana.
Jaime Walter Guevara.
Como notas puras de nuestra quena andina; como melodías prístinas de nuestra música vernácula; Rafael fue el eterno animador del arte Indo-americano y el mártir de la nueva generación.
Roberto Ojeda.
Rafael Tupayachi, educador, apóstol y mártir.- Benjamín Rojas Díaz.
Al cumplirse el primer año de su fallecimiento, el pueblo cusqueño marchó en romería a su tumba, habiéndose formado un comité Organizador, presidido por el Dr. Humberto Pacheco.
La Revista Kosko, fundada por Roberto Latorre, se aunó a este homenaje en su Nº 65, del 22 de julio de 1934.
En el año de 1940, el periódico del proletariado cusqueño “Jornada” en su segundo número, rindió homenaje al gran maestro revolucionario con los artículos:
“El ejemplo heroico de Rafael Tupayachi”, Julio G. Gutiérrez, con el seudónimo de Félix Puma.
“Tu vida y tu sangre, camarada Rafael”, por el poeta Luis Nieto Miranda.
“Un blasón orgulloso para los maestros peruanos”. Por Roberto Latorre.
“Un combatiente, un hombre”, por Pablo Sondor (Nieto Miranda).
“Rafael Tupayachi, maestro de verdad” por Román Saavedra (Eustaquio Kallata).
Y en el número 4 de “Jornada”, de agosto de 1940, encontramos la poesía: “Rafael, maestro indio”, por Lorenzo Nina.
Igualmente la Revista KOSKO número 66, con el artículo de JGGL, “La Obra artística de Rafael Tupayachi”.
JORNADA el periódico de los comunistas cusqueños recordó, año tras año, la memoria del insigne luchador social y mártir proletario.
En 1945, funcionó en esta ciudad la UNIVERSIDAD OBRERA RAFAEL TUPAYACHI, organizada por los camaradas y discípulos del ilustre maestro, para educar en los principios sindicalistas y revolucionarios del Socialismo a la clase trabajadora, agrupada en la gloriosa Federación Obrera Departamental (FOD), posteriormente convertida en la FDTC.
Tal es la vida, pasión y muerte de Rafael Tupayachi Ferro, primer mártir de la educación peruana. El magisterio cusqueño tiene el deber de reivindicar e imitar su obra y sacrificio heroicos.